Neptuno eligió el mar como morada. El joven que aparece a sus pies, el reino de la música. El primero mide su fuerza con un tridente; el segundo destila pasión en cada golpe de batuta. Carlos Garcés Fuentelsaz (Soria, 1986) camina despacio pero seguro. O no tan despacio, porque dirigir la Coral de Soria con 17 años y haber sido subdirector de la Banda de Música de Soria, son méritos que no están al alcance de cualquiera. Por no citar que, con su juventud, ha dirigido como invitado a la Banda Municipal de Pamplona («un lujo», dice) y que esta misma semana hará lo propio con la Orquesta de Euskadi, una de las formaciones profesionales más prestigiosas de España.
Licenciado en Magisterio, Carlos Garcés hizo grado medio de flauta travesera en el Conservatorio de Soria, de los nueve a los 19 años, y luego marchó al de San Sebastián a estudiar Dirección de Orquesta. De allí dio el salto al Conservatorio de Bolonia (Italia), donde en estos momentos cursa cuarto curso, y en el que no resulta fácil entrar. Su curriculum -en el que también figura ser director de la Lira Numantina y de la Orquesta Ciudad de Palencia- le permitió hacerlo y ahora reside en la Ciudad roja (por sus tejados), donde comparte piso con otro estudiante. Vive «a tres minutos andando del Conservatorio», en el que asiste a clases con Luciano Acocella.
Su día a día no varía mucho del de cualquier otro joven universitario, salvo que el de este soriano se mueve entre óperas, zarzuelas y otras composiciones, aprendiendo repertorio y ampliando su colección de partituras. Desde la Italia de Verdi y de Puccini, Carlos Garcés saca orgullo patrio para reivindicar la zarzuela. «Si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará», afirma el joven añadiendo que «aquí en Italia nadie sale sin saber diez óperas, mientras que en España no se suele estudiar nuestra música tradicional, que son zarzuelas». En este sentido alude a que a los músicos y públicos extranjeros les encanta la música española, con El sombrero de tres picos, de Falla, y el Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, como sus favoritos.
Por lo que respecta a la composición, el joven considera que «es otro mundo. Nunca se me ha pasado por la cabeza. No porque seas el mejor instrumentista del mundo, vas a dirigir bien, y no porque dirijas bien, pueden componer», añade.
Pero no todo es música. A la hora de hablar de los estudios que cursa, asegura que «el tiempo es necesario para reflexionar. La música también es tiempo. Tiempo y también silencio», agrega. A uno y a otro los estruja este joven que gusta de aprovechar bien todas las horas del día y disfrutar, asimismo, del movimiento estudiantil que hay en la ciudad con la Universidad más antigua de Europa, creada en 1088. «He hecho algún viaje de placer pero aprovechando para ver la ciudad», confiesa. Verona, Florencia, Venecia… e imposible para él estar en Milán sin ver una ópera en alla Scala. De Bolonia destaca también su impresionante arquitectura, el arte que empapa a toda la ciudad y la vida cultural que tiene.
Ésta no era la primera vez que Carlos Garcés salía al extranjero. Domina el inglés y no le resultó difícil comprender el italiano y hacerse entender en este idioma. En su día a día no hay nada especial que le cueste de aquel país, incluido el horario, «que en Italia es algo más europeo». Lo que sí respeta a la española es la hora de comer, que Carlos retrasa ya que allí se come bastante pronto. Tiene clase todas las mañanas y una hora los sábados. En la distancia y también en suelo patrio, su ordenador se convierte en un fiel aliado que le sirve para comunicarse con familiares y amigos, pero no sólo. También para escuchar música. «El 80% de la memoria es música», asegura. Su futuro más inmediato pasa por acabar en Bolonia cuarto de Dirección de Orquesta y seguir con quinto en San Sebastián. El siguiente, ¿chi lo sa?
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